Sacado de ese imperdible libro "Los hermanos Karamazov" de Dostoievski
[La historia de un niño que juega a ser macabro]
Iliucha había trabado amistad con Smerdiakov, el criado de tu difunto padre, que entonces aún vivía. Smerdiakov le enseñó una broma estúpida, cruel y ruin. Se trataba de coger una miga de pan, introducir en ella un alfiler y arrojar el pan a uno de esos perros hambrientos que tragan sin masticar, para ver lo que sucedía.
Prepararon, pues, la miga y la echaron a Escarabajo, un perro vagabundo al que nadie alimentaba y
que se pasaba el día ladrando al viento. ¿No te molestan esos estúpidos ladridos, Karamazov?
Yo no los puedo sufrir... Pues bien, el animal se arrojó sobre la miga de pan, se
la tragó, lanzó un gemido, dio varias vueltas, y al fin echó a comer.
“Corría aullando y siguió corriendo hasta desaparecer”, me explicó Iliucha. Lloraba, se apretaba contra mí,
lo sacudían los sollozos. “¡Corría y gemía!”, repetía una y otra vez, tanto le había
impresionado la cruel escena. Tenía remordimiento.
Este pequeño relato de Dostoievski nos muestra una realidad que pocas personas conocen: la naturaleza cruel de las personas. Aquí existen niños a los que les gusta apedrear perros y gatos callejeros. No hay motivos solo placer.
También existen adultos que solo se esfuerzan por ser parásitos, como dice Dostoievski, y no tienen más motivo que vivir por vivir.
Estar rodeado de estas personas, y saber que no significamos nada para ellas, nos deja en un total estado de incertidumbre. Tan difícil de entender como la propia naturaleza humana.
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