martes, 13 de julio de 2010

Friedrich Nietzsche, el profeta, del pasado mañana.



Hubo un profeta, el que llegó antes de su tiempo, al que nadie entendería y sería despojado de toda gloria para ser discriminado por la índole de las migajas de fría burla. El último de todos los solitarios, el que vino al mundo para cumplir una sola misión, anunciarnos algo que ocurrió ya hace algunos años tardíos pero que pasó sin darnos cuenta. «Dios ha muerto», la predicción que hizo Nietzsche, más que una revelación fue la propia destrucción del hombre y su fe para así recomenzar una nueva vida. Para su tiempo tal predicción era tan desgarradora y espeluznante, «Dios ha muerto», que se refiere tanto a la ceguera del pasado en tanto a la incapacidad de ver lo que existe, como al predecir una nueva posibilidad de relacionarse con lo que es realmente el hombre, posibilidad dada por la asunción de dicha muerte, la de Dios.

Nietzsche ya en su tiempo anunció por revelación propia, que su filosofía sería la más detestable, la más destructible, anunciando que “tan solo el pasado mañana me pertenece, algunos nacen de manera póstuma” advirtiendo que sus libros eran sólo para elegidos, para aquellos que quisieran ser superhombres. La vida de Friedrich transcurrió en una crítica exhaustiva de la cultura, la religión y la filosofía, mediante la deconstrucción de los conceptos que las integran, basada en el análisis de las actitudes morales (positivas y negativas) hacia la vida que trajo influencias para los actuales filósofos de nuestro tiempo.

Nietzsche es considerado hoy por hoy como un clásico, alguien que no termina de decir nunca lo que tiene que decir, ya que tenía claro que en su tiempo nadie lo comprendería, considerándose así mismo, no como un hombre sino como una dinamita, que destruye pero para generar una nueva vida, ese artista, el abismo propio para llegar a ser el superhombre. 

Este profeta, cuya palabra se mantendrá enardecida siempre para los que quieran escucharlo, nos deja con una reflexión muy profunda sobre las cosas que vemos y escuchamos, sobre si todo esto puede ser verdad o una simple y vaga mentira que se suspende en la utopía de nosotros mismos, aquella verdad que se concibe como lucha, como una expresión poderosa de esa voluntad que necesita conservar el hombre, para conquistar, para liberarse de su mortal cuerpo humano y pasar a ser el inmortal superhombre. Me despido con la profecía para que la vayan masticando por su eternidad. “No hay hechos sino interpretaciones”, entonces dónde está la verdad, ¿acaso la verdad es una creación del poder?

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