viernes, 30 de octubre de 2009

Vargas Llosa el erotómano


Este extracto sexual fue robado de "Elogio a la Madrastra"

Desde que hizo el amor con el niño por primera vez, había perdido los escrúpulos y ese sentimiento de culpa que antes la mortificaba tanto. Ocurrió al día siguiente del episodio de la carta y de sus amenazas de suicidio. Había sido algo tan inesperado que, cuando doña Lucrecia lo recordaba, le parecía imposible, algo no vivido sino soñado o leído.

Don Rigoberto acababa de encerrarse en el cuarto de baño para la ceremonia nocturna de la higiene y ella, en bata y camisón de dormir, bajó a dar las buenas noches a Alfonsito, como se lo había prometido. El niño saltó de la cama a recibirla. Prendido de su cuello, le buscó los labios y acarició tímidamente sus pechos, mientras ambos escuchaban, encima de sus cabezas, como una música de fondo, a don Rigoberto tarareando la desafinada canción de una zarzuela a la que hacía contrapunto el chorro de agua del lavador.

Y, de pronto, doña Lucrecia sintió contra su cuerpo una presencia pugnaz, viril. Había sido más fuerte que su sentido del peligro, un arrebato incontenible. Se dejó resbalar sobre el lecho a la vez que atraía contra sí al pequeño, sin brusquedad, como temiendo trizarlo.

Abriéndose la bata y apartando el camisón, lo acomodó y guió, con mano impaciente. Lo había sentido afanarse, jadear, besarla, moverse, torpe y frágil como un animalito que aprende a andar. Lo había sentido, muy poco después, soltando un gemido, terminar.
Era un 3 de junio de 1990 y Vargas Llosa tenía al frente a Fujimori. De ese encendido debate, que estaba a punto de darse, habría de decidirse el futuro de un país que afrontaba la peor crisis de su historia. Entre los invitados de primera fila estaba sentada Susana Higuchi, la mujer que haría su aporte en el ascenso de Fujimori.

La noche anterior Susana se había leído, por encargo de Fujimori, todo el libro de Vargas LLosa, Elogio a la madrastra, y su conclusión fue una sola: "puro morbo".


Ay, si tan solo hubiésemos entendido que el sexo no es morbo y que el morbo no mata, cuántas cantutas y barrios altos hubiésemos evitado.


Esa noche del 3 de junio, Alberto Kenya Fujimori le dijo a Vargas Llosa, delante de todos los peruanos, que alguien que escribía un libro así no merecía ser presidente. Y nosotros, tontos e ignorantes, le creímos.

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