domingo, 11 de octubre de 2009

Ernesto Sabato, el poeta del apocalipsis


Extracto robado de El Túnel

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.

Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.

(...)

Eso es lo que yo llamo una buena acción. Piensen cuánto peor es para la sociedad que ese individuo siga destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera contrarrestar su acción recurriendo a anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. En lo que a mí se refiere, debo confesar que ahora lamento no haber aprovechado mejor el tiempo de mi libertad, liquidando a seis o siete tipos que conozco.
Como aquel cuento de Cortázar (Continuidad de los parques), Juan Pablo Castel es un personaje de Sabato que cobra vida y se queda a vivir en el lector, su desquiciante racionalismo es tan cercano a la verdad que parece salir desde cada uno de nosotros y alimentarse de nuestros pensamientos más ocultos.

Este año Sabato cumplió 98 años y su buen amigo Saramago no pudo dejar de escribirle una carta:

Querido Ernesto, entre el temor y el temblor transcurren nuestras vidas, y la tuya no podía ser excepción. Pero tal vez no se encuentre en los días de hoy una situación tan dramática como la tuya, la de alguien que, siendo tan humano, se niega a absolver a su propia especie, alguien que a si mismo no se perdona nunca su condición de hombre...

Toda la carta de Saramago

2 comentarios:

Finañejo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Finañejo dijo...

Es inevitable pensar en Ernesto Sabato y no hablar de Saramago, es una analogía, una figura geometrica complementaria, la genialidad del pensamiento y el arte de vivir.

A Ernesto lo recordaremos por enseñarnos a sentir las sensaciones que lograban emanar sus personajes, es algo, que siempre le agradeceremos.

Adios Ernesto!

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Finañejo

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