viernes, 4 de septiembre de 2009

La vida de ella


¿Cuántas veces levantaste el pulgar, lo dejaste caer pesadamente sobre su cuerpo, mientras que ayudándote con el índice pretendías enrollarla hasta casi desaparecerla?

Si hay una cosa cierta y segura en la vida, indudablemente, ésa es la muerte. El final de nuestro sino es el mismo para todos, los detalles, claro, esos sí que cambian. Desde ese puno de vista, todo se reduce a nada. Caminamos, intentamos y nos levantamos en un espacio lleno de nada, del que al final nos llevaremos lo mismo con lo que vinimos y vivimos: nada
Sin embargo, habría que preguntarse si por el hecho de saber que estamos destinados a morir vale la pena dejar de creer, dejar de caminar y ensayar múltiples caminos, de trazarse metas y reducir nuestra existencia a la nada..

Esta es la historia de una amiga hecha a imagen y semejanza de..¿De quién creen?

Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. na leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron(leer más)

Mario Benedetti

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