Dicen que la venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno, obviamos las buenas costumbres etiquetadas por un comportamiento intachable y nos dejamos llevar por las emociones, ira e impulsos combinado con aquella mezcla de odio justiciero salvaje que de momento, solo de momento, hará que estemos satisfechos, luego sin darnos cuenta hará que nuestra conciencia se altere, se reprima, se cuestione influencia por una buena moral adquirida y se quede en silencio. Así pues, uno de los más célebres novelistas y ensayistas de Latinoamérica, cometió su mayor venganza dirigida con razón o sin razón tal vez hacia nada más y nada menos que Gabriel García Márquez uno de sus mejores amigos.
El 12 de febrero de 1976, fecha de la proyección privada del film “Odisea en los Andes”, el novelista peruano Mario Vargas Llosa le propinó un fuerte puñete en la cara a su par colombiano Gabriel García Márquez en un cine de la ciudad de México, en circunstancias en que este se disponía a abrazar al primero a quien no veía después de una larga temporada. El colombiano no tuvo tiempo de reaccionar y cayó de bruces. Todavía sorprendido por la actitud del peruano, le contó varios días después al periodista Oscar Alarcón del diario “Correo” de Bogotá, lo siguiente: “Cuando me vi con Mario, me pareció verlo sonreír y que trataba de abrazarme. A esto se debió que cuando me pegó estaba completamente indefenso y con los brazos abiertos, de lo contrario me hubiera protegido por lo menos la cara. Caí sin conocimiento. Además, Mario tenía un anillo con el que me rompió la nariz”
El 12 de febrero de 1976, fecha de la proyección privada del film “Odisea en los Andes”, el novelista peruano Mario Vargas Llosa le propinó un fuerte puñete en la cara a su par colombiano Gabriel García Márquez en un cine de la ciudad de México, en circunstancias en que este se disponía a abrazar al primero a quien no veía después de una larga temporada. El colombiano no tuvo tiempo de reaccionar y cayó de bruces. Todavía sorprendido por la actitud del peruano, le contó varios días después al periodista Oscar Alarcón del diario “Correo” de Bogotá, lo siguiente: “Cuando me vi con Mario, me pareció verlo sonreír y que trataba de abrazarme. A esto se debió que cuando me pegó estaba completamente indefenso y con los brazos abiertos, de lo contrario me hubiera protegido por lo menos la cara. Caí sin conocimiento. Además, Mario tenía un anillo con el que me rompió la nariz”
Hubo hipótesis que surgieron sobre el incidente debido a que nunca hubo una explicación, el rumor que corría era por la agencia de noticias EFE, en su despacho del 13 de febrero de 1976, decía: “El móvil de la pelea, no podía ser para menos: las faldas. Un asunto de faldas que, al parecer, provocó García Márquez cuando, en Barcelona, intentó una aproximación a la mujer de Vargas Llosa” pero ningún periodista supo a ciencia cierta cuál fue la causa, motivo, razón o circunstancia del por qué Mario hizo tan deplorable hazaña, simplemente optó por su silencio y no hablaría sobre el incidente. Vargas Llosa mencionó que ni él ni Gabriel García Márquez hablarán sobre el incidente. Dice que les dejarán el trabajo a sus biógrafos, si es que se lo merecen. Todo conduce a pensar que Vargas Llosa se equivocó, se precipitó. Se dejó llevar por sus impulsos, aquellos que bien canalizados convierte en sus famosos “demonios” literarios.
Mario Vargas Llosa es hoy por hoy uno de los que salvaguarda la literatura peruana, con sus prestigiosas publicaciones que han sido reconocidas internacionalmente pero como todo arequipeño tiene su rocotito guardado y que pica cuando tiene algo que decir, esperemos desde ahora que solo sus futuras venganzas queden encerradas en su pluma y, que los puñetes sean sin anillos.
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