- Voy a olvidar, a intentar olvidar. Porque no creo en el perdón.
- ¿Y cuál es la diferencia entre olvidar y perdonar?
- Perdonando uno lo olvida todo. Y si solo se olvida, muchas veces se vuelve a
recordar.
Este coloquio fue regresado a mi memoria, releyendo Vamos a calentar el sol de José Vasconcelos. He de empezar mi reseña breve pero importante refiriéndome a nuestro tema, el perdón, muchas veces la invocamos, la exigimos, la entregamos y a cambio uno no puede esperar nada, más que el olvido eterno, más que tan solo la cicatriz de un recuerdo perenne. Vale perdonar, pero no intenten olvidar, porque al hacerlo se despiertan heridas. El señor de Monsefú cuyo nombre mochica es Omonse Fuac que significa “Dios que castiga a quien no rinde culto a la tierra” motivos le sobra para castigar a su creación, pero llegará la hora en que ambos lograremos perdonarnos y recomenzar de nuevo. Desde el principio.
Pulga – ¡Dame un plus!
La imagen de Jesús de Nazareno Cautivo o Señor Cautivo de Monsefú se remonta al año 1547. Fue entonces cuando antiguos monsefuanos se toparon en las aguas del mar abierto con un cajón pesante que era imposible sacarlo de su origen de las arenas de la playa de Lambayeque, de pronto el embalaje se tornó liviano y al abrirlo los ojos de los pesqueros no podrían creer lo que sus ojos reflejaban, se trataba de la imagen que se convertiría en su Santo, a los que son fieles y devotos, al que adornan de flores que cubren su cuerpo lacerado por su amor a la humanidad.
Rasca pulga – Algo que inquieta
Pulga - ¡corre la voz!
Tuve la oportunidad de hablar de Chiclayo, un lugar digno de ser visitado, lleno de historia, costumbres, cultura, que no se puede dejar pasar por la vida. La festividad del Señor de Monsefú se realiza en dos fechas: la del “medio año”, cada 14 de marzo y, la “del año” cada 14 de septiembre en el distrito norteño de Monsefú, Lambayeque, la fiesta del señor cautivo que está dispuesto a perdonarnos, donde luego de absolvernos todo se llenará de una fiesta de fe, alegría y esperanza que termina con jolgorio en el momento que se bebe la típica chicha de 30 sabores.
La pulga dice – el perro escucha
En alguna hora, nos sentimos culpables, llega el remordimiento de nuestra conciencia alterada, es ahí donde nos golpeamos el pecho una y dos veces, y clamamos el perdón. De qué sirve confesar nuestras conductas desviadas si las volveremos hacer con una conciencia aceptada, el de pecar, no es que censure el pecado, censuro el acto de cometer un error por segunda vez, luego pedir que nos absuelvan sabiendo que seguiremos siendo indiferentes. Solo hay que recordar que el que nos perdonó ya ha olvidado todo.
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