La vida nos ha permitido conocer grandes hombres, hombres que mostraron parte de su humanidad por causas justas y patriotas, así Tarapacá fue cuna de un gran humano que rompió la cadena de la esclavitud, dando paso a la libertad que hoy respiramos. Ramón Castilla y Marquesado, fue uno de los más grandes presidentes que tuvo el Perú por su mayor obra social, la de abolir el tributo del indio y la esclavitud dando paso a la libertad del hombre por el hombre.
Ramón Castilla nace el 31 de agosto de 1797 y como todo peruano luchó por la causa de la libertad, perteneciendo al ejército libertado, por ello es considerado como patrono del Arma de la Caballería del Ejército Peruano. Participó en la Batalla de Ayacucho en donde cayó herido, desde entonces tuvo una activa participación en la vida política del país.
Como dijo una vez Jorge Basadre; Ramón Castilla es en resumen lo mejor de nuestros primeros cincuenta años, es aquella figura a la que todos llaman taita, el libertador del negro, el redentor del indio, un hombre realmente muy sencillo y del pueblo, y que llego con su nombre muy adentro de las multitudes, Por eso era que al grito de: ¡Viva Castilla! La gente se iba a Matar, y al grito de: ¡Viva Castilla! Se hicieron y deshicieron Revoluciones hasta el mismo dio de su muerte.
Ya en el gobierno que asumió como presidente de Perú, hubo grandes avances en el aspecto económico, pagó la abultada deuda externa con la explotación del guano, en el aspecto social, se abolió la esclavitud de los negros dentro del sistema republicano y finalmente en el aspecto internacional, Perú tuvo un auge continental ya que se desarrolló una política de solidaridad americana.
Carlos Augusto Salaverry escribió: La pluma de la historia dirá un día, Cuando su cetro la verdad recobre:"Fue tan patriota como se podía, Y aunque el oro a sus plantas esparcía; El pueblo le bendijo: Murió pobre."
Ya terminando esta memoria, me quedo con el decreto de Castilla que abolió la esclavitud, suscribiendo en dicho decreto unas palabras que perduran en el tiempo: “Es un deber de justicia restituir al hombre su libertad”. Si somos libres, seámoslo siempre, y si llegara el día en que nos encadenen, la sangre se tendrá que derramar para que otros puedan por fin otra vez respirar.
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