Muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de leer algunos versos del poeta y religioso Español Fray Luis de León, el de aquel estilo caracterizado por el lirismo de su época, enfocado en la búsqueda de la naturaleza y humanidad como único camino hacia Dios. Su obra respira paz, soledad y espiritualidad, que agrupa lo clásico, lo italiano y lo religioso, sabiendo mezclar éste último tema con el espíritu renacentista en el poema: “vida retirada” poema que está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar a Dios, identificado con la paz y el conocimiento que podemos observar en sus obras resaltando lo moral como tema principal.
“Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido”
El hombre callado, agudo en sus dichos, moderado en la comida, en la bebida y en el sueño, fiel y cumplidor de sus promesas nació en Belmonte en 1527 y él dividió su obra en tres series: originales, imitaciones y traducciones. Fray Luis de León estudió filosofía y teología en Salamanca quien fue su alma mater y luego sería la cuna donde ejercería como profesor en su vida intelectual.
La Religión para Fray Luis de León tuvo un nexo con Dios y Cristo: Lo divino estuvo en el centro de su pensamiento. Su más destacada obra en prosa, “Los nombres de Cristo”, comenta en tres libros, escritos en forma de diálogo, los más bellos nombres atribuidos a Cristo en la Biblia. Dedica parte de su vida a traducir la biblia pero las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias llevaron a la cárcel de la Inquisición bajo la acusación de preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San Jerónimo) adoptada por el Concilio de Trento, lo cual era cierto, y también acusado de haber traducido partes de la Biblia, en concreto el Cantar de los Cantares, a la lengua vulgar, cosa expresamente prohibida también por el reciente concilio y que sólo se permitía en forma de paráfrasis.
La labor de traducción bíblica por Fray Luis se centra en el Cantar de los Cantares, como ya hemos dicho, pero también en el libro de Job y en algunos Salmos. Nótese que son todo libros sapienciales y compuestos en su forma original en poesía. Aquí es donde se aprecia el alma a la vez poética y espiritual de fray Luis, que es un enamorado de la Sagrada Escritura y de la poesía. Su intención es facilitar el conocimiento de los textos sagrados con el deseo de alcanzar "el bien de los demás y la verdad pura".
La fidelidad al texto hebreo en su traducción la describe así en el prólogo: "Lo que yo hago en esto son dos cosas: la una es volver en nuestra lengua, palabra por palabra, el texto de este libro; en la segunda declaro con brevedad no cada palabra por sí, sino los pasos donde se ofrece alguna oscuridad en la letra, a fin que quede claro su sentido así en la corteza y sobrehaz, poniendo al principio el capítulo todo entero, y después de él su declaración. Acerca de lo primero procuré conformarme cuanto pude con el original hebreo, cotejando juntamente todas las traducciones griegas y latinas que de él hay, que son muchas, y pretendí que respondiese esta interpretación con el original, no sólo en las sentencias y palabras, sino aun en el concierto y aire de ellas, imitando sus figuras y maneras de hablar cuanto es posible a nuestra lengua, que, a la verdad, responde con la hebrea en muchas cosas.". Sin embargo fue privado de su libertad, pero ya en la cárcel se dedica a escribir versos en su búsqueda de serenidad, de calma, de tranquilidad para una naturaleza que, como la suya, era propensa a la pasión. Y ese consuelo y serenidad lo halla en los cielos de la naturaleza.
Siendo inocente de tales acusaciones, su prolija defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue finalmente absuelto en el año 1576 regresando a la universidad de Salamanca con su famosa frase de su vuelta a la cátedra pronunciando estas palabras como si nada hubiese pasado: 'Decíamos ayer...' que indica su triunfo interior contra la maldad de sus enemigos.
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