Sacado de las tormentas de Mobydick de Herman Melville
¡Vigías a las cofas! ¡Todos a cubierta!
Tronando con los extremos de tres espeques empuñados contra la cubierta del castillo, Daggoo despertó a los durmientes con tales golpes de juicio Final, que parecieron salir disparados por el portillo, de tan al momento como aparecieron con la ropa en la mano.
—¿Qué veis? —gritó Ahab, volviendo la cara hacia el cielo.
—¡Nada, nada, capitán! —fue el sonido que bajó en respuesta.
—¡Juanetes y alas! ¡Abajo y arriba, y a las dos bandas!
Desplegando todas las velas, soltó entonces el cable reservado o para izarle al mastelero de sobrejuanete, y pocos momentos después le izaban allí, cuando, sólo a dos tercios del camino hacia arriba, y mientras oteaba a través del vacío horizontal entre la vela de gavia y la de juanete, elevó por el aire un grito como de gaviota:
—¡Ahí sopla, ahí sopla! ¡Una joroba como un monte nevado! ¡Es Moby Dick!
Muchos creen que Mobydick es un cuento infantil sobre un viejo y una ballena. Pero otros, los literatos cautos y simbolistas detallistas, consideran que es una obra maestra por su representación de la humanidad en el barco, la autodestrucción del hombre moderno en el capitán Ahab y la del némesis Mobydick como un fin para la existencia.
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