Camino hacia el trabajo, el tiempo transcurre y ahorca, ahorca como el nudo de corbata que llevo sujeto a la garganta, miro hacia las afueras de lo que circunda a mi alrededor, las casas de colores cubiertas de cierta magia colonial, de lo que algún día fue el centro de Lima. Prosigo con los pasos ligeros y con una tonada de prosa en las manos, advierto los sabores familiares de los hechizos de las mujeres, que persiguen con sus miradas y encantos que a uno, dejan sin respiro. Afirmo que alguien me ha hecho brujería, de esos amarres que no sueltan, de esas espinas que se acomodan en el rincón del pecho y !ay! dolor. Cómo sacar todo eso y recomenzar de nuevo, sin soltar las lágrimas, sin perder las últimas monedas. De pronto, llegué a la calle Miroquesada, sin darme cuenta levanto la vista, perplejo doy noticia de un débil cartel de blanco y negro que suscribía: Curandero, Salud, Dinero, Amor. Ya era tarde, marché al trabajo.
Hoy toca hablar sobre aquellas prácticas mágicas cubiertas de supersticiones, ejercidas por hechiceros dotados de poderes extraordinarios, herederos de magia por su cultura, y, es así que llegamos otra vez, a Cachiche, ubicada al sur de Ica, bien lo diría Ricardo Palma: “el pueblo iqueño es dado a crecer en lo sobrenatural, y ni con tiranas carretas se le hace entender que es mentira aquello de que las brujas viajan por los aires, montadas en cañas de escoba, y que hacen maleficios, y que leen, sin deletrear, en el libro del porvenir, como yo en un mamotreto del otro siglo”.
Cuentan que a la media noche, la luna se acrecienta y los cuervos se agitan tras los árboles, el frío se vuelve denso y se prolonga hacia el miedo, nadie sale de sus casas porque alguien acecha afuera, con un drama de voces escalofriantes que escalan por los huesos, es la bruja de Cachiche, Melchorita Zugaray la que retorna cada noche a su lugar de origen, a visitar a sus hermanos. Esta bruja que en sus tiempos liberaba a los hombres atormentados por maleficios y, a mujeres que perseguían sus amores con brebajes de raros ingredientes, se los concedía. Melchorita no era malera (mala) al contrario llevó una vida llena de sortilegios y hechizos, pero sólo de los buenos, de los que curan, de los que reconcilian corazones.
Las brujas de Cachiche no tuvieron una vida en paz, ya que fueron perseguidas por la santa inquisición , algunas fueron quemadas, castigadas con alevosía y condenadas a muerte sin derecho. Sin embargo , las brujas, nos heredaron su cultura para combatir fuertes hechizos y malévolos conjuros. La bruja Melchorita Zugaray, que nos libera al invocar a Jesús tres veces: «Patatín, patatín, patatín, calabruz, calabruz, calabruz, no hay mal que no tenga fin, si reniego de la cruz». Creer o no creer, es su débil decisión, pero han de saber que si Pateta (patatín) no se presenta es porque la víctima tiene miedo o falta de fe y el diablo se hará de oídos sordos y ciegos. Es hora que me despida, para los que cantan “tu me hiciste brujería”, se les recomienda visitar Cachiche, donde encontrarán algunas respuestas y otros curanderos.
0 comentarios:
Publicar un comentario