“Era un gran artista, quién podrá estar a su altura. Era un artista que sólo vivió a través de la música. Las espinas de la vida le hirieron profundamente, por la que se aferró a su arte, aunque la puerta por donde accedió estuviese cerrada. La música le habló por un oído ensordecido, él ya no podía oírla, pero llevaba la música en su corazón.
La gente le acusó de ser hostil porque se aisló del mundo, dijeron que era insensible y le llamaron indolente pero él no era duro de corazón. Las mejores cuchillas son las que con más facilidad se desafilan, doblan o rompen. Al final se alejó de su prójimo después de haberlo dado todo, si recibir algo a cambio. Vivió solo porque no encontró a nadie como él. Así fue, así murió y así vivirá para siempre.”
Este sumario de palabras fueron recogidas del la película Amor Inmortal, que fueron leídas en la muerte fúnebre del último gran representante clásico vienés. El artista que hizo trascender la música del romanticismo para llevarla a su mayor expresión y liberarla en su novena sinfonía. Su arte se expresó en numerosos géneros y aunque las sinfonías fueron la fuente principal de su popularidad internacional, su impacto resultó ser mayormente significativo hasta nuestros días.
Beethoven es el pasado, presente y futuro de la música, que para él significaba el lenguaje de Dios. A pesar de ser catalogado en su tiempo como el católico negro, Beethoven pudo acercase con mayor fortuna donde el hombre puede ser íntegro en toda su dimensión, tan solo a través de su música, pudo hablar directamente con su creador.
Beethoven dice: ¡Oh amigos, cesad esos ásperos cantos! ¡Entonemos otros más agradables y llenos de alegría! Alegría, alegría!
Me retiro, compartiendo un poco del inmortal Beethoven. Cierren sus ventanas, apaguen sus ojos y ahora escuchen como susurra el silencio.
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