El hombre es el ser más prejuicioso por naturaleza, al dar la mano echa el ojo. Habla para el otro, mientras murmura entre sí. Su regla métrica interna hace una medición sobre el 'ente' que se posa frente suyo. Sus juicios de valor y adjetivos se posan como etiquetas en la nueva persona que está conociendo. Y es que, al fin y al cabo, una nueva persona es un nuevo aliado o un nuevo enemigo. Sólo queda darse un concepto pequeño sobre esa nueva persona, así esta sea un prejuicio o una apariencia.
Sobre esto Eduardo Galeno, escribió sobre la mirada que el hombre le ha dado a dos animales tan distintos. 'El león y la hiena'.
El león, símbolo de la valentía y la nobleza, vibra en los himnos, flamea en las banderas y custodia castillos y ciudades. La hiena, símbolo de cobardía y crueldad, no vibra, ni flamea, ni custodia nada. El león da nombre a reyes y plebeyos, pero no hay noticia de que ninguna persona se haya llamado o se llame Hiena.
El león es un mamífero carnívoro de la familia de los félidos. El macho se dedica a rugir. Sus hembras se ocupan de cazar un venado, una cebra o algún otro bicho indefenso o distraído, mientras el macho espera. Cuando la comida está lista, el macho se sirve primero. De lo que sobra comen las hembras. Y al final, si algo queda todavía, comen los cachorros. Si no queda nada, se joden.
La hiena, mamífero carnívoro de la familia de los hiénidos, tiene otras costumbres. Es el caballero quien trae la comida; y él come último, después que se han servido los niños y las damas.
Para elogiar , decimos: Es un león. Y para insultar: Es una hiena. La hiena se ríe. Por qué será.
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