El sexo es el camino en el que dos cuerpos batallan arduamente y sin descanso hasta llegar al inexorable estado de vértigo. Le petit mort. En estado ya humano caen los cuerpos abatidos y el hombre vuelve a ser hombre y la mujer vuelve a ser mujer.
El sexo es inerrable en todas sus dimensiones y envidiable en todas sus proesas. Sin embargo, estos tres extractos de diferentes escritores logran revivir las sensaciones de un sudoroso cuerpo que vive en batalla.
Luna Caliente (Mempo Giardinelli)
...Y Ramiro volvió a ver, la tenue luz de la luna que ingresaba al coche, los vellos brillosos sobre las piernas de color mate, y el minúsculo calzoncito blanco sobre el que se empenachaban los pelos de su pubis, y supo que no podía resistirse, que había llegado a la condición de marioneta. Profirió unas palabrotas cuando ella, en su excitación le mordió el sexo, y entonces la agarró de su cabellera y la alzó, poniéndola a la altura de su cara y empezó a besarla, sintiéndose furioso y desbordado, reconociendo otra vez a la bestia en que se había convertido y se recostó un poco en el asiento y montó a la muchacha, enhorquetada sobre él, arrancándole de un tirón el calzoncito. La penetró con violencia, y ella en ese momento largó un gritó y se largó a llorar, embrutecida de placer, de hambre. Y se zarandearon con torpeza, abrazándose, golpeándose en los hombros para incitar más al otro, y todo el cochecito se meneaba. Y así siguieron hasta que alcanzaron un orgasmo frenético, animal.
La naranja mecánica (Anthony Burgess)
...Las dos fueron desplatiadas en un instante, mientras smecaban como locas, y les parecía que la diversión más bolche era videar al viejo papá Alex todo nago y erecto, empuñando la hipodérmica como un doctor desnudo, y aplicándose en la ruca el viejo pinchazo de secreción de gato montés. Entonces saqué de su funda la hermosa Novena, de modo que ahora Ludwing van también estaba nago, y apliqué la aguja silbante en el último momento, que era puro éxtasis. Y ahí estaban, las cuerdas del contrabajo goborando al resto de la orquesta desde debajo de mi cama, y luego la golosa de hombre entrando y proclamando a todos la alegría, y la frase hermosa y estática acerca de la Alegría que era una chispa gloriosa brotada del cielo, y entonces sentí los viejos tigres que brincaban en mí, y me arrojé sobre las dos jóvenes ptitsas.
Ensayo sobre la ceguera (José Saramago)
... Recostada en el asiento, prelibaba ya, si se acepta el término, las distintas y múltiples sensaciones del goce sensual, desde el primer y sabio roce de labios, desde la primera caricia íntima, hasta las sucesivas explosiones de un orgasmo que la dejaría agotada y feliz, como si la estuvieran crucificando, dicho sea con perdón, en una girándula ofuscadora y vertiginosa.(...)Ella entró y apretó el botón tercero, trescientos doce era el número que la esperaba, es aquí, llamó discretamente a la puerta, diez minutos después estaba ya desnuda, a los quince gemía , a los dieciocho susurraba palabras de amor que ya no tenía necesidad de fingir, a los veinte empezaba a perder la cabeza, a los veintiuno sintió que su cuerpo se desquiciaba de placer, a los veintidós gritó. Ahora, ahora, y cuando recuperó la conciencia, dijo, agotada y feliz. Aún lo veo todo blanco.
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