¿La infidelidad, importa?
Vargas Llosa, realmente, ha llegado hasta los rincones más recónditos de las sensibles fibras de un lector apasionado. Sinceramente las líneas audaces y sentidas de su novela, nos han permitido vivir en ella, amar como sus personajes e incluso mantener nuestra esperanza tan viva como la mantiene Ricardo Somocurcio, el “niño bueno”.
Así es, el “niño bueno” o Ricardo es uno de los protagonistas de la novela intitulada “Travesuras de la niña mala”. Elogiada por la crítica de la literatura romántica, es una de las últimas entregas de nuestro “characato” de pura cepa. En ella narra una fabulosa historia que refleja un romance tan intenso como intermitente, tan árido como cálido, tan blanco como negro. Una relación bastante peculiar que dura 40 años, donde abundan las infidelidades que a nuestro “niño bueno” producen dolor y a nuestra “niña mala” aparente consecución de libertad. En este contexto a Ricardito no le importa con cuántos hombres lo engañe la “niña mala”, con tal de que ella le permita mantener viva la esperanza que él guarda, la cual es que ambos pasen sus últimos días juntos.
Una sorprendente historia que nos muestra la inimaginable intensidad con que podemos amar los seres humanos, en aquellos amores suicidas que tanto alimentan la esperanza de las líneas que muchos con ansias quisieron, quieren y querrán escribir.
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