Qué despreciable momento... Dirigiendo los pensamientos hacia un rostro, una mirada, alguien qué resucita la crueldad al no estar cerca; qué precario es tratar de vomitar tus pensamientos y señalar a la dama que circensita tu mente y te hace vulnerable, frágil, transparente, por una vez puedes creer que estás vivo.
Todo comienza con un espasmo, un rayo que cae sobre ti como una bofetada y te obliga a mirar atrás, como un espejo que reclama la belleza olvidada; y ahí, total mente pobre de escusas, se dan alas al recuerdo y comienza esa búsqueda alocada del momento preciso para saciar la sed, esa sed por plasmar e invocar un instante en común entre frustrado y recuerdos, entre asesino y asesinado, entre fiera y presa.
Por lo general esto ocurre en habitaciones tristes, vacías de respiraciones y hojas de papel por todas partes, la lámpara acaricia el azul de la tosca mesa, y desvela las condiciones poco estéticas del recinto. Anotaciones por todos lados, libros de bolsillo aún en los bolsillos de pantalones que se caen de la cama, en el aire invitaciones a caer en el desmayo perezoso del día a día. El sonido se hace eco cuando lo único que suena es el recorrido de un lápiz apunto de quebrar, había apagado la radio momentos antes, sin embargo aún llevo en la cabeza esa estridente fuga que me desnuda, saxofones encerrados en mi cabeza, que rebotan y desvían de cuando en cuando mi mirada buscando un espacio de perdición en donde quedarme hipnotizado por unos segundos concentrado en la música sorda. A partir de ahí, eres presa del maldito sin fin de recuerdos, la frustración de no proferir palabra exacta que funda aquella musa que comienza a desesperar; sí, recuerdos, recuerdos son lo único que se mueve en ese momento, al compás de una banda de Jazz, al ritmo de un corazón descontrolado por impregnar en un papel el recuerdo de un ser amado.
Qué despreciable momento aquél, cuando apunto estás de darte por vencido y cerrar los ojos, cambiar la dirección de tu mirada y dejar pasar esa agobiante circunstancia, la cobardía es más, el miedo a causado el rechazo, y ahora, a obscuras, el recuerdo se convierte en sueño, un sueño pesado que no merece más recuerdo, cada vez más lejano, cada vez mas cerca a la completa muerte simplemente por no sabes descifrar los jadeos esa inexplorada dama cerebral. Y pasará muchas veces, pasarán seres inmortales que aún gritan por ser recordadas y vendita sea su persistencia. Laa belleza es mi droga, es mi presa, es aquél que será asesinado cuando no pueda escribir, cuando no pueda ser plasmado, pero la belleza... no morirá.
Todo comienza con un espasmo, un rayo que cae sobre ti como una bofetada y te obliga a mirar atrás, como un espejo que reclama la belleza olvidada; y ahí, total mente pobre de escusas, se dan alas al recuerdo y comienza esa búsqueda alocada del momento preciso para saciar la sed, esa sed por plasmar e invocar un instante en común entre frustrado y recuerdos, entre asesino y asesinado, entre fiera y presa.
Por lo general esto ocurre en habitaciones tristes, vacías de respiraciones y hojas de papel por todas partes, la lámpara acaricia el azul de la tosca mesa, y desvela las condiciones poco estéticas del recinto. Anotaciones por todos lados, libros de bolsillo aún en los bolsillos de pantalones que se caen de la cama, en el aire invitaciones a caer en el desmayo perezoso del día a día. El sonido se hace eco cuando lo único que suena es el recorrido de un lápiz apunto de quebrar, había apagado la radio momentos antes, sin embargo aún llevo en la cabeza esa estridente fuga que me desnuda, saxofones encerrados en mi cabeza, que rebotan y desvían de cuando en cuando mi mirada buscando un espacio de perdición en donde quedarme hipnotizado por unos segundos concentrado en la música sorda. A partir de ahí, eres presa del maldito sin fin de recuerdos, la frustración de no proferir palabra exacta que funda aquella musa que comienza a desesperar; sí, recuerdos, recuerdos son lo único que se mueve en ese momento, al compás de una banda de Jazz, al ritmo de un corazón descontrolado por impregnar en un papel el recuerdo de un ser amado.
Qué despreciable momento aquél, cuando apunto estás de darte por vencido y cerrar los ojos, cambiar la dirección de tu mirada y dejar pasar esa agobiante circunstancia, la cobardía es más, el miedo a causado el rechazo, y ahora, a obscuras, el recuerdo se convierte en sueño, un sueño pesado que no merece más recuerdo, cada vez más lejano, cada vez mas cerca a la completa muerte simplemente por no sabes descifrar los jadeos esa inexplorada dama cerebral. Y pasará muchas veces, pasarán seres inmortales que aún gritan por ser recordadas y vendita sea su persistencia. Laa belleza es mi droga, es mi presa, es aquél que será asesinado cuando no pueda escribir, cuando no pueda ser plasmado, pero la belleza... no morirá.
Escrito por: Beiza
1 comentarios:
Creo que esa imagen es un extracción de la imaginación. Es la suma de aquellos entes que toman forma sólo en la mente y por algún pretexto se unen para expresar palabras.
Eres un saqueador de la imaginación, pero qué bien se sienta ser asaltado por tus dibujos.
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