El inacabable tema del amor, y por lo tanto del corazón, jamás saciará todas nuestras preguntas que tenemos guardadas. Toda esa complejidad que nos transmiten las emociones son un universo aparte de la realidad en la que vivimos. Y; sin embargo, son por ellas que vivimos. Amarse a uno mismo, como amar a una persona implica al mismo verbo ,amar, pero cuando el sujeto receptor del amor, y de nuestro corazón, es otra persona que no sea uno mismo ese universo interno se adhiere hacia un universo externo, real. Es aquí cuando el latir de una persona se transforma y se vuelve más apuntalada. Esa sístole en la yugular es la prueba de que hemos sido invadidos por nuestro perfecto invasor, aquel ser capaz de mantenernos cautivos toda una vida. Aunque a veces esta sea una obligación sentimental a la que nos sometemos, no es más que un simple anhelo de felicidad efímera (si es que no es bien fundamentada) que prosperará siempre que el universo externo entre en armonía con nuestro interior. Y, así, todo podrá seguir moviéndose.
Ilustración realizada por Fito Espinoza, el pequeño texto dice:
"Sin embargo, se mueve. Soy el satélite de una estrella que aún no conozco"
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