Las líneas que debajo vienen, son un pequeño intento de apelar a una dimensión poética que a veces guardamos a oscuras, cuando en realidad sabemos que es más que una luz en las tinieblas.
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Hace unos instantes la dicha se ha transformado en mi voluntad y ella luego en estas breves letras, que desean ser el esplendor del erudito y dulce verso de nuestro bien azul poeta, el señor Rubén Darío.
Recordaba a este poeta por un poema que caló hondo en las épocas de recreos y campanas de salida, un poema de un varón con corazón de lis, alma de querube, lengua celestial: El mínimo y dulce Francisco de Asís. Exacto es el poema que ustedes tienen ahora en su mente; sin embargo, hoy no hablaré de él, sino de otro espléndido poema de Rubén.
Existen innumerables historias de amor, como las más conocidas de Shakespeare hasta una no tan exotérica como la de Abelardo y Eloísa. Pues bien amigos, el poema del día se llama: La Cabeza del Rawí (Rabí). Sé que muchos de ustedes, estimados lectores, alguna vez en su vida desearon tener una historia de amor que sea un paradigma de la cultura de su sociedad, o al menos escribir respecto a una que les permita alcanzar aquél anhelo. En la Cabeza del Rawí, Rubén Darío no sólo nos narra una fresca y apasionada historia de amor, sino que además logra un efecto peculiar, el de transforma una tragedia amorosa en una máxime forma de decirle a una persona cuánto amor sientes por ella, llegar a decirle que estas dispuesto a, como diría Sabina, morirte con ella si se mata y matarte con ella si se muere…
Es un Poema que sin lugar a dudas recomiendo y del cual, estoy seguro, tendrán un momento de agradable verso azul.
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