jueves, 11 de marzo de 2010

Edgar Allan Poe, dulcemente embriagado.




El alcohol ha sido el refugio, tal vez el escape o el suburbio donde uno se cobija para sentirse vacío, luego llegará la hora de complementarse con una vaso de tequila y ahogarse en una muerte súbita de constantes sufrimientos sin fondo. Todos nos situamos en una prisión, la prisión de Edgar Allan Poe fue el alcohol en algún momento de su vida, el encuentro con la copa rota, consigo mismo, contra su propio hombre y es que el alcohol resulta deplorable para muchos altruistas pero mi opinión incomprensiva es que beber es el arte de olvidar las penas o si quieren puede ser tan solo el frenesí de llenar la vida de un vicio que será un eterno placer. Todos tenemos una propia prisión.

El estadounidense, aquel de los relatos cortos, aquel que te transporta a otra atmósfera donde lo real se suspende con lo fantástico logrando que uno se sienta como en casa, al leer Los extraordinarios casos de Monsieur Dupin, o El cuervo, El gato negro, mi lista es larga y no quiero agotarlos, pero quiero contaros acerca de ese tipo que tuvo mucho de extra, que hizo de la literatura su modo peculiar de vida, viviendo para ella y a veces bebiendo con ella, en un brindis donde solo cabían dos copas, tan solo dos copas y una dulce embriaguez.

Dentro de la obra epistolar de Poe, intensa durante toda su vida, es de lectura sobrecogedora la que se refiere a sus últimos meses de vida. En estas cartas se advierte cómo se alternaban en el escritor los accesos de lucidez y de brusco entusiasmo con otros de la más negra desesperación. El escritor solía dar pruebas de su deseo de morir, y en alguna ocasión incluso pidió a su tía, Maria Clemm, el único ser vivo con el que le unía una tierna afectividad, que muriera a su lado.

"No nos queda sino morir juntos. Ahora ya de nada sirve razonar conmigo; no puedo más, tengo que morir. Desde que publiqué Eureka, no tengo deseos de seguir con vida. No puedo terminar nada más. Por tu amor era dulce la vida, pero hemos de morir juntos (...) Desde que me encuentro aquí he estado una vez en prisión por embriaguez, pero aquella vez no estaba borracho. Fue por Virginia."

¡Que Dios ayude a mi pobre alma! suplicaba Poe, no solo a los doctores, sino a la propia vida. Los informes médicos, como el certificado de defunción se perdieron. Los periódicos de la época informaron de que la muerte de Poe se debió a "congestión" o "inflamación" cerebral, el eufemismo que solía utilizarse para los fallecimientos por motivos más o menos vergonzantes, como el alcoholismo. Hoy en día, la causa exacta de la muerte continúa siendo un misterio, aunque desde 1872 se cree que pudo deberse al abuso de agentes electorales sin escrúpulos, que en la época solían utilizar a pobres incautos, emborrachándolos, para hacerles votar varias veces por el mismo candidato. Verdad es que la copa se consumió por sí sola, el brindis acabó, alguien tuvo que partir de la mesa y, el cuervo mira, mira desde el viejo dintel..Y el cuervo dijo: “Nunca más.”.

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