viernes, 12 de febrero de 2010

El poder de la pobreza


Palmas a la poderosa, a la que realmente se las merece. Se llama pobreza y a veces se la confunde (de esto último hablaremos luego). Tiene el poder maravilloso de engendrar los más crueles pensamientos y cavar hasta el fondo, puede amargar, desesperar, hacer llorar con llanto e incluso matar. Es paciente y cuidadosa en sostener el espejo que te refleja, siempre sonríe y, cada vez que puede, suelta carcajadas burlonas; está loca. Siempre que se le ve venir, la gente cambia de sentido, baja la mirada y pasan muy rápido, la seriedad es un buen saludo; la gente dobla la esquina y trata de evitarla a toda costa, como la peste que es. Tiene el color del campo, el campo trillado y la tierra recién removida. Tiene el sonido de las noches mudas en pleno verano. Tiene el aspecto de un gorila que avanza meciéndose de lado a lado como en una danza… Y se podría decir que baila. La pobreza, esa masa escuálida que vive de los que casi no viven, y que es el borde de algún precipicio oscuro e infinito, está condenada a vivir y a ser poderosa.
Y sigue siendo maravillosa, sigue siendo aquella que todavía sostiene el espejo, sigue siendo esa masa que se arrastra hacia lo profundo para seguir cavando, es aquella que acomete y arrasa con la las leyes humanas. La pobreza es la que llora sin lágrimas y bajito, la que no permite perderse la belleza del no tener, y en su vientre está la felicidad, una felicidad que sólo se puede conocer en su interior. Dentro de la pobreza está en camino que sólo conocen los amargados, los desesperados, los que lloran y los muertos por ella.

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